miércoles, 19 de enero de 2011

Eres más bonita que toda la naturaleza.

Continuando mi entrada sobre el vuelo fantasma, os cuento hoy una historia menos cómica pero mucho más alegre.

Efectivamente, tras aquella estancia en México, el verdadero susto nos lo dieron al llegar a Sevilla.
Mi hermano pequeño, 23 años aquella tarde, fue a recogernos al aeropuerto. Antes de que dijera una sola palabra, yo sabía que algo grave estaba pasando.

-¿Quién?
-Rocío. Tiene linfoma.

Rocío es mi hermana pequeña. Tenía 22 años aquel abril de 2005. 



Rocío, antes del linfoma



“El 9 de abril de 2005, mi mundo cambió,  y desde ese momento hasta el día de mi curación se desvaneció sin más la ultima pizca de creencias sobrenaturales... Solo confío en la ciencia y en las personas.”

Siempre fue asustadiza e hipocondríaca (seguro que no se enfada porque sabe que es verdad) Estudiaba en la Universidad y los fines de semana trabajaba como camarera en un restaurante. Aquel día, mientras trabajaba, sintió un fuerte dolor en el pecho, no podía respirar. En el centro de Salud le prescribieron ansiolíticos como las veces anteriores, pero ese día 9 de Abril, Roció se negó:

-No es ansiedad. Me duele. Hay algo aquí, dentro.

Efectivamente. En el hospital confirmaron su intuición. Mi padre esperaba en el coche, como otras veces; mi madre la acompañaba a la consulta, como otras veces, Rocío esperaba el pinchazo de Valium, como otras veces...

-Creemos que tienes un linfoma

Así, directamente.

-¿Un cáncer?
-Un cáncer.

Mi madre aún no ha encontrado las palabras para describir lo que sintió. No dijo nada. Rocío, casi tampoco.

Ingresó en el Hospital y empezó la peor pesadilla de su vida, de nuestra vida. No quiero hacer un relato detallado y exhaustivo de su enfermedad. Mientras mi hermana luchaba contra el linfoma, a mí me tranquilizaba leer en blogs las curaciones de otras personas, ver las fotos con la metamorfosis, los finales felices... Éste es uno de esos finales felices.

Cuando mi hermano me lo dijo en el aeropuerto, me derrumbé. 

¿Mi hermana? Tan joven ¿No será un error? Rocío ¿Cómo están papá y mamá?

Pero mi santo, como casi siempre, abrió la ventana a la cordura, a la luz (a éste sí que debería cogerlo Endesa y no a Aznar) 

-No llores, ya habrán llorado demasiado. Llorar en medio de la tragedia es lo fácil, lo importante es sonreír y contagiar tu sonrisa a los demás. Tus padres y tus hermanos necesitan tu alegría. Diles cuatro burradas de las tuyas.

Así que cuando vi a Rocío por primera vez le dije

-Tía, ya te vale, no eres novelera tú, no ni ná... Digo, un cáncer, ná más que para llamar la atención, ¿no? ¿Te podremos pintar florecitas en la calva?

Mi hermana se rio. Mi madre me insultó


-La madre que te parió... - (creo que nunca me perdonó lo de la Milady)

Tras los dos primeros meses de quimio. No perdía su sonrisa


Fue muy, muy duro. Es verdad. Sientes que la están matando, no puedes creer que la estén curando. Pero lo hacen, ahí está mi hermana.

La operaron de una adenopatía del cuello para hacerle una biopsia. El cirujano al salir del quirófano nos dijo:

-Parece un linfoma de Hodgkin.

Todos sonreímos aliviados. ¿Habéis oído hablar de la teoría de la relatividad? Mi madre nos abrazó emocionada porque su hija pequeña tenía un linfoma de Hodgkin. Era la mejor noticia que esperábamos aquella mañana.

-¿Seguro?
-Casi seguro

Rocío, al despertar nos miró: 

-¿Hodgkin?
-Hodgkin

Y se quedó dormida, sonriendo. 

Al cabo de un par de semanas, en la consulta de Hematología:

-Parece que es NO  Hodgkin

Mi hermana, guapísima y radiante aquella mañana, perdió el color de la piel.

-¿Cómo? El cirujano nos dijo...

-Ya, pero es que las células del linfoma...-y empieza a dibujar sobre un papel

-No me hable de células, hábleme de mi hermana, por favor. Es mi hermana.

Más tarde entendí que la doctora no sabía como decírselo a Rocío. Debió de ser duro para ella también. Estaba tan viva...

Bueno, pues finalmente, sí fue Hodgkin. Os podéis imaginar cómo están unos padres para que se abracen de alegría cuando le anuncian que su hija de 22 años tiene un linfoma de  Hodgkin, ¿no?

Pero éramos muchos, íbamos a ganar. Teníamos al Servicio de Hematología del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, teníamos a mi hermana llena de fuerza y alegría. Según sus propias palabras: 

“Tenia tanta energía positiva que notaba como se me desprendia de la piel. Esa sensación nunca más la he sentido, y a veces la echo en falta cuando me preocupo por cosas que no tienen importancia.”

Y teníamos a Elena. Su amiga.

Elena cuidó de mi hermana con un amor tan desmedido como desinteresado. Estaba con ella más tiempo del que podía. La trataba con dulzura, alegría y desparpajo. En cierta ocasión,  Elena tuvo que acompañar a su familia a Canarias. Rocío tenía que empezar con las sesiones de quimioterapia y se había cortado su melena rubia, muy cortita, por consejo de su doctora. Iba a empezar a perder pelo. Se lo contó a ella por teléfono.

-Estoy muy fea, tía, feísima.

Al cabo de unas horas, Rocío recibía un MMS desde Canarias con una foto de una morena casi pelada al cero que se parecía un montón a Elena.

“¿Qué quieres? ¿Que te miren sólo a ti?”

Es sólo un pequeño detalle del cariño de esta gran mujer hacia mi hermana.

De todos los posibles efectos adversos de la quimio, mi hermana no se saltó ni uno, ¡con dos ovarios! Hablando de ovarios, como era muy joven, le provocaron una suerte de menopausia para proteger su aparato reproductor, con vistas al futuro. Con lo cual, además de aftas, hongos, vómitos, dolores musculares, hinchazón, alopecia..., sufría los calores súbitos y demás lindezas asociadas a la menopausia, pero provocada a toda pastilla (nunca mejor dicho).

No perdió la sonrisa.

“A veces quería llorar, para desahogar el alma y para poder echar un buen sueñecito que los dolores del cuerpo me impedian, pero jamás lo hice delante de mi madre, jamás... “

No perdía su alegría, pero empezaba a perder el pelo.


Y eso que el grandullón de mi hermano pequeño siempre le hablaba haciendo pucheros. 

Recuerdo la mañana que le hicieron la punción lumbar (sí, como en House): entró y salió sonriendo. Los propios enfermeros estaban sorprendidos. Se tenía que curar, ¿“pa” qué iba a llorar?

         “Desde el momento de la noticia se me quitó el miedo a morirme, porque estaba convencida de que me iba a curar, jamás tuve la sensación de que llegaría el final, ni incluso cuando me aislaron en la burbuja...”

Era un rayo de luz en el Hospital de Día donde le suministraban el tratamiento. Era de las más jóvenes de la sala. Se fue transformando en un monstruo: hinchada, descolorida, ojos secos, sin vello corporal, sin cabello, sin casi vida... se apagaba. Durante la administración de “eso”, necesitaba ir al baño, a menudo, para vomitar. Te hacía señas con la mirada y tú la ayudabas a caminar, aguantando el bastón del suero. Pues bien, antes de llegar al WC, ella acariciaba en la mejilla, sonreía y levantaba los dedos en V de victoria a todos y cada uno de los pacientes que encontraba en su camino.

-Rocío, cielo, no te pares, vas a vomitarte encima.

Pero no importaba. Era maravilloso y escalofriante ver cómo iba transformando la luz de una sala tan sombría (y tan necesaria y eficiente, gracias al trabajo de muchos científicos que luchan contra el cáncer)

Si la invitaban a una fiesta (privadísima, porque estaba inmunodeprimida) ella se plantaba con una peluca de plástico, de las de carnaval, del color más llamativo que encontraran ella y Elena, llena de pinzas de colores. Y el mayor escote que pudiera, ¡¡tenía las tetas más grandes que nunca y sin silicona, gracias a los corticoides!!

Rocío, casi un año después de la "noticia"


Le pasó de todo durante aquella época, bueno y malo. Sobre todo ella y a mi madre. Pero a mi madre no la vimos llorar nunca, nunca. Siempre junto a ella, luchando, con fuerza y alegría. 

“Mi madre casi hizo un master en enfermeria y cuidados intensivos. Nunca podré pagarle a mi madre con esto. Desde esa dura prueba, tenemos una relacion más intensa aun si se puede.”


Mi madre, mi padre, mis hermanos, toda la familia unida, todos con un mismo propósito.

“Saqué la carrera con la quimio, y el carnet de conducir. Mientras estudiaba las oposiciones estuve 4 meses en silla de ruedas y me operaron dos veces de las caderas.”



 Aun así, sacó la  nota más alta de su tribunal. 

“Hoy dia creo que sería imposible, porque mi inteligencia emocional era tan fuerte e invencible que ni yo misma lo creía.”

En la Escuela de Magisterio donde estudiaba en aquella época, le hicieron un acto sorpresa de homenaje en agradecimiento por su ejemplo de coraje y alegría. Fue una acto maravilloso y emotivo que se fraguó, principalmente, con la complicidad de nuestra Elena.  Una profesora, que había sido muy cariñosa con ella, le echó una bronca por un trabajo entregado y la mandó a la biblioteca a buscar un libro para mejorarlo. Mientras Rocío salía a la biblioteca del centro, su aula se llenaba de gente, emocionada, agradecida, y de ¡regalos!.


-Mamá, y cuando yo hablé por el micro, tó Dios llorando...-contaba al llegar a casa


Rocío ahora está estupenda. La sombra del linfoma es alargada y aún sigue con problemas en las caderas, en las que lleva prótesis como consecuencia de la quimioterapia. Pero sana y feliz.



Verano de 2007, Rocío es la primera por la izquierda. Mis otra dos hermanas, mi sobrina y yo misma.


Cuando le pedí permiso para contaros esta historia, me pidió que no olvidara agradecer: 

“a la doctora MARTINO de quimioterapia,  la Doctora MONTERO de radioterapia, Al ginecólogo Doctor CAÑADAS y su fabulosa enfermera MARIBELl, que cuidaron mis órganos femeninos para que no sufrieran los efectos de la quimio. Los enfermeros que eran encantadores y por supuesto al Doctor JUAN RIBERA de Traumatología que hizo una obra maestra de la ingeniería en mis caderas”

Todos del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla.


Septiembre de 2007


Yo me uno a esos agradecimientos, todos nos unimos. 

La familia que lucha unida...


Pero sobre todo, espero que pueda servir como un mensaje de ánimo y esperanza a quien se encuentre en medio de una pesadilla similar.

Mi hermana y yo, en el verano de 2010. Yo soy la de gafas.

Dios no existe, es verdad, ¿pero a quién le importa? Mientras siga habiendo gente en los hospitales trabajando como trabajan. Gracias.

Por cierto, el título hace alusión al piropo que mi hermana Rocío le decía a mi madre cuando era muy, muy pequeña.

Rocío tiene abierto ahora otro frente, más difícil que el cáncer, como podéis ver en el siguiente vídeo.





Con hermanos como los que tengo, no os extrañará mi necesidad de protagonismo en la familia, ¿no? ;)










sábado, 8 de enero de 2011

El zapato de cristal (microrelato)



Desde que se vieron por primera vez en el baile, no pudieron dejar de mirarse. Pero Cenicienta escribió un 7 que parecía un 1 y aquel sirviente, de ojos profundos, nunca la llamó. Aún así, aceptó casarse con el insulso príncipe para poder estar cerca de su amado.