miércoles, 31 de agosto de 2011

El universo (microrelato)




De vez en cuando, la espuma de una ola dibuja una tímida línea en el negro mar, hay luces de barcos a lo lejos.

Te oigo respirar, espero que el faro de Trafalgar me devuelva por un instante tu mirada. Me besas. Tienes arena en los labios y los pies húmedos y fríos.

Me pierdo en tu pecho.

«¿Cómo se llamaba aquella canción de Aute?»

«El universo»

«No quiero que amanezca, mañana es Septiembre.»

«Te llamaré.» Y con una sonrisa me retiras el pelo de la cara.

Y yo te creo, te creeré todo lo que queda de Agosto.

Una turista ¿holandesa? baila borracha en la arena desafiando a la gravedad. Se oye gente hablando y riendo, vascos, por el acento.

«Sigues teniendo arena en la comisura de los labios, tonto.»

[Por si alguien no conoce la canción mencionada en el texto, la tenéis aquí]

jueves, 25 de agosto de 2011

El niño y el mar


Hace unos días, mientras contemplábamos juntos el anochecer frente al mar, mi hijo de 8 años, absorto ante la escena, se quedó pensativo y dijo:

El Sol.
Desapareciendo por el horizonte,
en su cama de sábanas húmedas
que la Luna le prepara.

Ante mi cara de asombro y rendido enamoramiento, mi hijo alegó:


En realidad, mamá, no es más que una mezcla de fantasía y astronomía, puesto que la Luna es la responsable de las mareas del mar.

Salvador, en Marzo de 2004


jueves, 18 de agosto de 2011

Mi sueño de África (por culpa de Javier Reverte)

Yo tenía un viaje a África, al cráter del Ngorongoro...



Este comienzo a lo Blixen tiene un final bastante decepcionante, pero es otra historieta de mi vida y, como tal, llegará a mis pobres nietos las tardes de lluvia en las que, melancólica, les toque escucharme.



He comenzado este verano a leer El río de la Luz de Javier Reverte, y al volver a 'escuchar' a Javier describiendo los pasajes de Alaska y las historias sobre aventureros como el mítico Jack London, o sobre ataques de osos y naufragios, me vino a la cabeza el primer libro que leí de este mismo autor El sueño de África y que fue el culpable, de ahí el subtítulo de esta entrada, de mi sueño de ir a la África negra.

Por si no lo habéis leido, cosa que os recomiendo que hagáis en cuanto podáis, en las páginas del mencionado libro, Reverte se deja caer con párrafos como

«A cualquiera que afirmase con Kampala es una ciudad bonita lo tomarían por loco. Yo la encontré hermosa.  A primera vista, es fea y desgarbada. Pero es necesario aprender a comprenderla. A Kampala debe mirársela desde sus colinas, pero hay que vivirla en sus hondonadas. La relación con esta urbe extraña se parece mucho al amor: uno se aproxima con los ojos, juzga sin demasiada seguridad, luego busca en el tacto y los olores un eco receptivo y, si lo encuentra, uno se queda y ama. En caso contrario, si el regusto es acerbo, te largas por más belleza que te pongan delante. Desde luego, Kampala no crea un amor a primera vista. Pero su humanidad acaba por enamorarte.»

Y piensas, inmediatamente, «¡Coño! Quiero ir a Kampala» Pero sigues leyendo y  te encuentras con:

«Sentado en Ripon Falls, frente al borde roto del lago donde nacía el Nilo, todo parecía dulce. Había allí una atmósfera de melancolía y sentía flotar en mi corazón un aire vago de nostalgia..[] El sol viajaba hacia su ocaso, la brisa llegaba húmeda y templada, el viento tenía una tibieza líquida y las nubes afiladas dibujaban garabatos infantiles sobre el cielo terso. Empezaba el canto de los grillos mientras se escuchaban los silbos de los últimos pájaros. Algún martín pescador se empeñaba todavía en buscar peces ene le agua y su sombra plateada golpeaba como un puñal en el río, para salir al instante revoloteando, con su presa prendida en el pico. El sol enrojecía detrás de las colinas redondas, encendiendo las luminarias de su propio funeral. Y el Nilo se ensombrecía en un cerrado azul metálico, iba desapareciendo delante de mis ojos.»

Y decides que quieres ir a Ripon Falls, a ver el nacimiento del Nilo, a conocer a ese animal grande y sensual que es el bosque tropical...

«El bosque tropical parece un alma única que cuenta con una entidad propia y singular, como si las plantas que lo cubren y la fauna que lo habita fuesen partes de un animal grande y sensual, un animal que no es amenazante ni dañino, sino delicado y voluptuoso.»

Quieres vivir en primera persona escenas como

«Una bruma sucia cubría el horizonte sobre las sombras patéticas de los árboles. Entre la calima gris aparecieron luego las sombras móviles de una manada de búfalos, unos cuarenta o cincuenta ejemplares.[] La manada se quedó quieta y los búfalos volvieron la mirada hacia nosotros. Olía a estiércol y a la ceniza de la neblina. Los animales más próximos alzaban la cola, alertaban las orejas, erguían la cabeza sobre el poderoso cuello. [] No eludía mis ojos, al contrario de lo que hacen leones y leopardos, que desvían siempre su mirada a otra parte, como si sintieran un profundo  aburrimiento ante la contemplación de un ser tan absurdo como es el hombre.[] La mirada de aquel búfalo guardaba algo de humana, escondía la conciencia de un ser que sabe a matar y que se siente satisfecho de poder hacerlo.»

Aunque posiblemente no seas capaz de describirlo como lo hace este señor. Pero, de todos los lugares visitados por él, tienes que elegir uno, por cuestiones de tiempo y dinero, y cuando ya estás llegando casi al final del libro, descubres, Tanzania de la que Javier dice que

«Cualquier viajero puede afirmar, sin que nadie le lleve la contraria, que Tanzania es uno de los países más sorprendentes y hermosos de la tierra.»

«Junto a las barrancadas abismales del valle del Rift, ante el soberbio trono del Kilimanjaro, en los bordes del cráter del Ngorongoro, en las sabanas salvajes del gran Serengeti y en las playas nacaradas de Zanzíbar, el alma acta con reverencia animal la grandeza del mundo.»


Y es entonces, cuando decides, con contundencia, a lo Escarlata O'Hara, «A Chuck pongo por testigo de que volaré a Tanzania a visitar el cráter del Ngorongoro»

«Aunque la montaña está a no demasiadas millas del Ecuador, la altura conserva el cráter fresco y agradable. En este bello lugar es siempre primavera. El frío del invierno y el calor del verano nunca llegan aquí. Con caza abundante alrededor, un arroyo de agua fresca en la puerta y bosques llenos de frutos, un hombre podría vivir aquí tan feliz como pudo vivir en el Jardín del Edén, Mirando alrededor, pensé que me alegraría pasar el resto de mis días en el Ngorongoro.» (John Hunter)

Claro está que además de la voluptuosa naturaleza de Tanzania  hay que tener en cuenta pequeños detalles descritos por el maestro Reverte en su libro tales como

«En Tanzania casi nada funciona en absoluto, aunque casi todo acaba por arreglarse siempre.»

«Es fácil entender en consecuencia por qué los anglosajones bautizaron años atrás a la compañía aérea Air Tanzania como 'Air May Be'»

«A la compañía Air May Be la distinguen tres características: nunca cumple los horarios de salida, nunca cumple los de llegada y en muy pocas ocasiones tampoco los itinerarios anunciados. No obstante, Air May Be posee una cualidad especial, sus aviones casi nunca se caen, aunque parece que todos van a derrumbarse desde el momento en que despegan. Viajan dando tumbos, renquean, son viejos como un cocodrilo del Nilo, hacen tanto ruido que es imposible hablar en su interior, nadie sabe si quien manda en el avión es el piloto, la azafata o el sobrecargo, y vuelan entre tormentas que ni el mismísimo Spielberg podría reconstruir con efectos especiales..., pero no se caen.»


Y digo yo, ¿qué necesidad había de describir con tanto esmero a la compañía Air Tanzania si el libro lo puede leer gente que reacciona como esta mujer  en los vuelos? Aún así, piensas que de alguna forma hay que morir y que quieres viajar allí a cualquier precio.

Así que ni cortos ni perezosos, mi santo y yo, decidimos que aquel febrero de 2001, viajaríamos a pasar nuestra Luna de Miel en el cráter del Ngorongoro. Eso sí, para que nos saliera más barato, teníamos que volar a Zanzíbar, pasar unos de días en un resort para turistas y después, con Air Tanzania, volar al continente. Bueno, no era mi plan inicial, pero si leías lo que Reverte contaba de Zanzíbar y la Ciudad de Piedra, tampoco se te ponía mal cuerpo.

«[...]los olores sensualizaban el aire de la Ciudad de Piedra. Cruzaba junto a mujeres que dejaban tras de sí un rastro de jazmines; luego vibraba cerca de mis narices el aroma a clavo que salía del interior de una tienda de especias; después eran la canela, el cardamomo y el perfume del jenjibre; y más allá, la fragancia del té de yerbabuena y los potentes efluvios de un café arábigo. Oler se convertía en Zanzíbar en un acto de hedonismo supremo [...]»

Eso sí, antes del viaje, te tienes que poner una batería de vacunas nada despreciable para que la aventura no te salga más cara de la cuenta. De este episodio, recuerdo que me llamó la atención el hecho de por vivir en Sevilla y beber agua del grifo, te libras de pincharte contra la Hepatitis B, mira tú qué cosas. Aún así, estuve cojeando varios días a causa de la de la fiebre amarilla creo. 

Por aquella época, era la subdirectora de ordenación académica del centro en el que trabajaba y, antes de marcharme, me dediqué a enviar correos delegando mis funciones a otros miembros del equipo directivo y de la secretaría del centro, mensajes que terminaban con frases del tipo: «Y mientras tú estés en la reunión de xxxxx, yo estaré contemplando...» y a continuación alguna foto de algún animal en el Serengeti o en el Ngorongoro. 

No hace falta decir que algunas de las respuestas a estos correos incluían insultos hacia mi persona de mis amados compañeros y sin embargo, amigos. Nos regalaron todas las pijadas habidas y por haber de Coronel Tapioca, brújulas, linternas, redes para mosquitos, zumbadores... Nos compramos otro ejemplar del libro de Reverte, para evitar las broncas que pudieran desestabilizar la boda y, por lo tanto, los quince días de permiso. La noche antes del viaje, como estaba nerviosa por el vuelo de Air Tanzania, mi amado esposo me invitó al cine a ver ¡Naúfrago! Anda que... Aún así, quería ir al Ngorongoro. Antes de dormirme esa noche, mientras releía la descripción del cráter en El sueño de África, me abracé con lágrimas en los ojos a mi santo y le dije «Cielo, me parece mentira que vayamos verlo con nuestros propios ojos»

Volamos de Sevilla a Barajas, riéndonos como dos adolescentes enamorados, mi larga melena roja cubría el hombro de mi amado mientras hablaba compulsivamente de todo lo leído sobre Zanzíbar y Tanzania. Pero al llegar a Barajas y acercarnos al mostrador del operador que debía darnos nuestras cartas de embarque, nos dieron una copia de un fax del Ministerio de Asuntos Exteriores en la que se desaconsejaba viajar a Zanzíbar por graves disturbios en el país. Hielo sobre nuestras sonrisas. «Esto es una broma, cielo» decía yo nerviosa mientras buscaba la cámara oculta «Mis compañeros, que me quieren gastar una broma por haberles dado tanto la lata con el viaje» Pero no, seguían llegando viajeros y a todos le decían lo mismo. Algunos decían que sí que volaban, los que portaban  cantidades ingentes de material fotográfico renunciaban a volar, no querían pasar 10 días encerrados en el resort, yo lloraba. Llamamos a compañeros de la Universidad para que mirasen en Internet y nos confirmaban que sí, que había una muy gorda liada en Zanzíbar tras un supuesto pucherazo en unas elecciones y que los agraviados atentaban contra los hoteles propiedad de los que habían mangoneado en el escrutinio. La hermana de un compañero acababa de llegar de Zanzíbar donde permaneció dos días sin poder salir del hotel. La agencia de viajes en Sevilla nos aconsejaba volver, nos devolvían el importe íntegro del viaje.

Mi sueño de África se esfumaba. No queríamos ir a encerrarnos en un hotel de lujo, queríamos ir a Tanzania, pero los vuelos al continente no nos lo aseguraban.  Poco a poco, con dolor e impotencia, aceptamos lo evidente. Teníamos que renunciar al Ngorongoro, por ahora. Volvimos ese mismo día a Sevilla. A la mañana siguiente, con el cabreo y la frustración, me corté el pelo, a lo militar ¿Por qué? Yo qué sé, estaba enfadada y me dio por ahí.

En la agencia de viajes teníamos que decidir dónde ir al día siguiente, las vacaciones por matrimonio seguían corriendo. Alberto propuso los fiordos. Nada de frío, dije yo. Nepal. Imposible, había que pasar una noche en Karachi y no teníamos visado, tampoco para China. Después de descartar por esos y otros motivos algunas de las propuestas, nos quedaban dos: Argentina-Brasil o Tailandia-Bali. No sabíamos cuál elegir, fue una moneda de cien pesetas la que decidió que voláramos a Asia, de lo cual me alegro cada vez que lo pienso, porque descubrí otro paraíso: Bali.

Y así fue como me quedé con las ganas de conocer aquella parte del continente africano que fascinó a Lugard, Baker, Speke, Burton, Livingstone, Stanley y tantos otros europeos, cuyas historias narraba con maestría Reverte en su libro.

«Y África los cambió a todos, haciendo de Livingstone un explorador, de Baker un formidable narrador de historias, de Burton un neurótico vagabundo, de Speke un héroe trágico y de Stanley un conquistador. A la postre, uno por uno cayeron seducidos por el mal de África. Y todos murieron soñando con regresar.»

Sin lugar a dudas, de todas las historias de europeos  contadas en El sueño de África la que siempre me emociona hasta las lágrimas es la de Paul Von Lettow., que como un Caballero, luchó por Alemania en el África negra, ayudado por sus guerreros  askaris. A su regreso a Alemania, luchó para que a éstos se le reconocieran y pagaran sus esfuerzos. Murió en 1964, el mismo año que el Parlamento alemán acordaba al fin, pagar los atrasos (sueldos y pensiones) a los que lucharon a su lado por Alemania. Pusieron un anuncio para convocar a los askaris que lucharon con el ejército alemán entre 1914 y 1918. Se presentaron alrededor de trescientos ancianos, pero muy pocos conservaban la acreditación que les proporcionó Von Lettow en 1918

«El pagador tuvo entonces una feliz idea. Comenzó a ordenar, en alemán, movimientos de instrucción militar […] Ni uno solo de aquellos anciano dudó y todos ejecutaron a la perfección la orden del pagador»

También me quedé con las ganas de descubrir  el pensamiento de los masais

«La religión de los masai carece de normas. Su dios, Ngöi, es poco más que una referencia de la Creación y no promete a los hombres otra cosa que la soledad.»

«Yo mismo soy un hombre circular, nunca quiero ir a un punto en el horizonte, al contrario de lo que hacen ustedes los europeos, siempre obsesionados con el futuro, empeñados en llegar siempre a alguna parte. El alma swahili vuelve siempre sobre sí misma, galopando sobre los monzones. Salimos del pasado y volvemos al pasado después de darnos una vuelta por el futuro. Ustedes son distintos: gastan su vida destruyendo el pasado y cuando alcanzan el futuro ya están viejos y cansados. El hombre es sólo memoria y regreso, señor.»

Como dice Javier Reverte  en su maravilloso libro

«África tiene un aura especial y la tersura de un sueño infantil»

«El sueño de África tal vez no sea más que un afán de aventura, la resistencia infantil del corazón a aceptar la vulgaridad y rutina del mundo.»

Seguiré soñando con África y ahora, también por culpa del mismo, con las tierras de la fiebre del oro. 






miércoles, 3 de agosto de 2011

Mati se πra de vacaciones


Pues como es normal en estas fechas, nuestra amiga Mati aprovechando que el Pequeño Libro de Notas se va de vacaciones, ha decidido tomarse un resπro e irse también unos días a relajarse. 



Nos vemos en Septiembre, donde siempre. 

Hasta pronto.